quinta-feira, março 17, 2005

CONTRA EL IBERISMO: APUNTES PARA UNA EPIFANÍA IBÉRICA

Abaixo segue a transcrição de um e-mail que recebi hoje. Vale bem a pena ler, pois felizmente ainda existem pessoas inteligentes.

«Contra la unión de Portugal y España:

Hacia una metapolítica conjunta luso-española

Introducción

No deja de sorprenderme la animosidad que ciertos círculos y cenáculos tienen contra España en Portugal. Escribo este artículo inspirado en otro que el periodista vasco Iván Jesús T. Areitioaurtena publicara hace tiempo en Encuentros { } y en la enésima relectura de Antonio Sardinha, a quien se citará profusamente. Es lógico que entre España y Portugal haya diferencias porque es imposible no tenerlas cuando la Providencia nos hace compartir una misma península.
Las fricciones suceden con los próximos, no con los lejanos.

Sobre economía y otros asuntos mundanos

Se añade a esto que muchos portugueses, que a día de hoy tienen una maltrecha economía y un bajo índice de productividad dentro de Europa Occidental, perciben la invasión del capital multinacional bajo nombre español como una neoinvasión de "Castilla", curiosamente la más expoliada región española y la que más ha padecido en los últimos 300 años el centralismo madrileño (y los actuales reinos de taifas) pero que sirve de chivo expiatorio para todos los enemigos declarados de España. Comenta el insigne Antonio Sardinha que "el embate de los intereses nacionales es siempre corregido por la ley eterna de la Sangre y de la Historia, que nos hace encontrar a cada paso portugueses sirviendo bajo las banderas de Castilla y españoles haciéndolo bajo las de Portugal, y la regla que domina en las relaciones entre los dos
pueblos es la de una cooperación que tiene tanto de amistosa como de espontánea".

Volviendo a los asuntos crematísticos, no se percatan quienes así piensan de que ese capital es, precisamente, multinacional y que sus sedes están en París -preferentemente-, Bruselas o Ámsterdam, ya que el capital transnacional radicado en Londres sigue campando por sus fueros en Portugal.

Dado el deplorable estado de la economía portuguesa y lo mucho que queda por hacer en infraestructuras en el país hermano -amén de la carencia de una clase media portuguesa suficientemente potente y la existencia de unas clases populares con los más bajos niveles de renta, junto con Grecia, en Europa occidental- sería suicida para la endeble y tambaleante economía española el fusionarse con Portugal. Para aquellos que no tienen más dioses que su estómago esta razón pueda que sea la única que cuente y el resto de lo que escribo aquí les traiga completamente al pairo. Pero, en fin, este hecho cuenta y al menos sirve para evitar cualquier unión entre Portugal y España.

En cuanto a las críticas modernas sobre la "penetración" económica de España en Portugal suelen obviar dos hechos fundamentales: lo primero que el gran capital hoy día es apátrida, y que sólo hay que ver la composición de los consejos de dirección y de la procedencia del capital de las empresas que con nombre español han entrado en Portugal últimamente para comprobar que de español tienen poco. Añádase a esto que las verdaderas sedes de las empresas españolas están hoy día en París y que con Zapatero España ha renunciado a cualquier intento de política exterior propia para someterse sin condiciones a los dictados del francés. Si en el peculiar juego de la política internacional Francia desea mover sus peones contra Inglaterra (o contra Estados Unidos, pues son la misma cosa), que tiemblen los portugueses porque es esta España dominada por Francia la que ha hecho realidad las peores pesadillas de los portugueses acerca de España.

Aprecios, desprecios e inexistencia del deseo de unificación Un profundo conocedor, intelectual, institucional y personal, de la realidad de España como es el portugués Pedro Guedes ha señalado en varias ocasiones desde su blog { } que apenas conoce a dos o tres españoles que piensen que la unión con Portugal sería deseable. No es sólo factibilidad (pues dicha unión no sólo es contra natura sino que tampoco es factible) sino la deseabilidad, y la gran mayoría de los españoles no desea semejante cosa.

La práctica totalidad de los españoles se alegran de los éxitos de Portugal en todos los terrenos (incluso el deportivo, como se demostró en el último campeonato europeo de fútbol cuando España fue eliminada la gran mayoría de los españoles querían que fuera Portugal la campeona) y pensar y sentir así es de ser un español bien nacido. Por el contrario, y con honrosísimas excepciones, se encuentran en bitácoras teóricamente próximas a A Casa de Sarto una mayoría de portugueses que parecen gozarse del mal ajeno, como la actual crisis española, hasta proclamar incluso la portuguesización de España. O sea, que lo que no quieren -con razón y justicia- para sí mismos (la españolización de Portugal) sí que desean para el prójimo (la portuguesización de España, una ruptura implosiva o explosiva del país que a menudo despectivamente llaman "vizinho" -cuando en España lo habitual es llamar a Portugal el país
hermano y esto se hace con buenos sentimientos- o pura y llanamente la anexión de vastos territorios españoles como Galicia).

Muy distinta es la actitud de estos modernos portugueses de la del padre de la dulce lengua lusa, Camoes, quien parece respirar otros aires: "Eis aquí se descobre a nobre Espanha como cabeça ali de Europa toda"; "Com naçoens differentes se engrandeçe,cercadas com as ondas do
Oceano,todas de tal nobleza, e tal valor,que qualquer dellas cuida, que ha melhor…O Tarragonez, que se fez claro…,Sujeitando Parthenope inquieta, O Navarro; as Asturias, que reparo,Já forâo contra a gente mahometa,O Gallego cauto, e o grande, e raro,Castellano, a quem fez o seu planeta,Restituidor de Espanha, e senhor della,Bethis, Leao, Granada com Castella" Me pregunto si se aplica a el dictum de Carlos Malheiro Dias en su Exortaçao a mocidade a estos portugueses que se regocijan en el mal que aqueja a los españoles:

"Nuestra familiar convivencia con España sólo puede parecer peligrosa a aquellos en cuya alma tibia se debilitó el altivo e intransigente sentimiento de la Patria".

Hago mías las reflexiones de Moniz Barreto cuando dice:

"Pero Portugal está interesada, no sólo en vivir en paz con España, sino en trabar con ella relaciones de amistad y alianza … la unión de pensamiento y de acción e independencia de gobierno, es a nuestro modo de ver, la fórmula actual, sensata y práctica del iberismo".

Afortunadamente en España, salvo quizás algún ignorante, discapacitado mental o algún consumidor habitual de cannabis o sustancias afines, nadie desea ni la federación con Portugal ni la unión con Portugal y menos aún la invasión de Portugal. Y tampoco en Portugal una opinión pareja tiene eco alguno.

¿Hasta cuándo y hasta dónde hay que seguir manteniendo esta animosidad entre los dos países ibéricos? Porque una pregunta capciosa y provocadora me viene siempre a la mente: ¿a quién beneficia que España y Portugal sigan de espaldas la una a la otra?

Historia común

Hasta aquí un presente bien prosaico. Abordemos la historia para abocar a renglón seguido el futuro. España y Portugal siguen historias completamente paralelas en sus orígenes.
El sustrato celtibérico, la romanización (hecho clave), la invasión suevo-visigótica y -preeminentemente- la Reconquista (el común hecho histórico que más forma nos da en la doble afirmación antitética frente al Islam y la reafirmación positiva y soberana de la Fe Católica), son hechos que configuran las dos naciones ibéricas de manera similar. Las diferencias desde este punto de vista entre ambas naciones no son mucho mayores que las
que existen entre los antiguos Reinos de Aragón y Navarra, pongamos por
caso.

Se puede comprender cierto hincapié (a menudo exagerado) en los hechos diferenciales, como los suevos versus los visigodos, la división en provincias de los romanos, etc. También es cierto que había una Lusitania interior que tendría que ver con las provincias españolas de Zamora, Salamanca y Cáceres, y que el norte de Portugal estuvo bajo soberanía del Reino de León durante no poco tiempo. ¿Y qué? También los suevos estuvieron en Galicia, y por más que una serie de alucinados y alucinantes "lusistas" gallegos, que suelen militar en las filas de la izquierda marxista y/o marxistoide en el caso español y en algunos sectores "nacionalistas" portugueses, no hace falta preguntarle mucho a los gallegos para saber que ellos quieren seguir siendo españoles y no portugueses, como ha demostrado Jesús Laínz en su documentadísimo libro sobre los nacionalismos españoles publicado en Encuentro { }. ¿Y qué?

Para profundizar en el desencuentro entre las historiografías oficiales portuguesa y española léase aquí { }. La conclusión es que ambas Patrias, netamente distintas como tales, están mucho más interdigitadas la una en la otra de lo que uno pudiera suponer. A diferencia de Francia, en la cual en virtud de los Pirineos y otras circunstancias históricas, hay poca transición, no son pocas las tierras fronterizas entre España y Portugal donde uno no sabe realmente cuándo empieza un país y termina el otro. Esa compenetración es no sólo geográfica, sino también histórica y -sobre todo- espiritual y hasta afectiva. Ahí están hechos como varios cantantes de fado que encuentran en
España el público más receptivo para con ellos fuera de Portugal. O la enorme presencia de Pessoa o Saramago (la verdad que éste último bien a pesar de A Casa de Sarto) en tierras españolas. O el siempre apabullante conocimiento y aprecio por la cultura española que exhiben las clases cultivadas del país lusitano.

La historia nos aproxima más que nos separa. Aunque a menudo los libros de secundaria portugueses reflejen casi lo contrario, y los españoles no reflejen nada de nada, lo que se perpetúa en los tópicos y estereotipos al uso de presentar una historia de Portugal en contraposición a la española. Ante esto Antonio Sardinha no puede sino clamar en el desierto: "¡Cómo se mutila la historia de Portugal, si nos obstinamos en considerarla como aparte de la historia restante de la Península (Ibérica)".

Metapolítica de la independencia portuguesa

Lo verdaderamente cierto es que por un misterio de la Providencia, ante el que hay que arrodillarse, como yo me arrodillo y venero y pido la intercesión de mi admirado Condestable Nuño, el gran gestador y héroe de la independencia portuguesa, es que la península ibérica, casi abocada por ley natural a ser un solo país, una sola nación, diese a luz dos naciones
distintas y, a la vez, maravillosamente complementarias.

Es a esta luz a la que hay que entender a Afonso Henriques (y el reconocimiento de Alfonso VII de León hacia la nueva nación que emerge del Condado Portucalense tras la recomendación del legado papal) y a la victoria de Aljubarrota. Y sin embargo es en este período tras Aljubarrota
cuando las edades de oro de Portugal y España acontecen. Edad de oro definida por la expansión de la Fe católica y la conjuración del secular peligro sarraceno. Es nuevamente Sardinha quien se percata finamente de esto y afirma "Iniciada por la política matrimonial de los Reyes Católicos, esa cooperación amistosa entre España y Portugal se traduce bien pronto, y
provechosamente, en la represión de la piratería berberisca, con nuestra marcha, a la conquista de Túnez. Cuéntase que Carlos V, viendo el valor de la escuadra mandada por el infante Don Luís, no pudo menos que exclamar que si fuese señor de Lisboa en poco tiempo lo sería del mundo entero. El reconocer la importancia de Portugal como factor imprescindible para que la
Península (Ibérica) colocada entre dos mares, se defienda e imponga por los medios que sólo el poder naval le ofrece, está del todo definido en la frase del Emperador"

No es de recibo que la leyenda negra sobre Felipe II calase en Portugal. Felipe II tenía una actitud muy distinta, como los hechos demuestran a la pintada por la propaganda. La excelente biografía sobre Felipe II -obra maestra del norteamericano William Thomas Walsh-, publicada por TAN { }, así lo sostiene: Felipe II
fue exquisito en el respeto de Portugal e Inglaterra cuando estas naciones por matrimonios dinásticos convergieron con España.

Antonio Sardinha, hombre providencial y clarividente que debiera ser el referente esencial a ambos lados de la frontera, y que ciertamente no era iberista ni hubiera aprobado la unificación de ambas naciones, escribió largo y tendido sobre este respeto y este talante dual de la Monarquía de los Haubsburgos cuando permanecieron fieles a sí mismos y al ideal cristiano de un Imperio con un absoluto respeto al principio de subsidiariedad no sólo de los distintos reinos y naciones, sino también de regiones y municipios. La obra teatral de Fuenteovejuna {
}, al parecer basada en un incidente real, así lo pone de manifiesto.

No es pues extraño que Sardinha manifestase una y otra vez su admiración por la Monarquía de los Austrias en su magistral obra La Alianza Peninsular. Lo importante es reconocer que Felipe II, como sus bisabuelos los Reyes Católicos, tenían un concepto del Estado, la nación y la Patria
basado en el Imperio Romano y, sobre todo, en la Catolicidad. Este apogeo de España, de la mano de la realeza de los Austrias, no acontece sin la íntima colaboración portuguesa, porque nuestras Casas Reales están íntimamente entremezcladas. Apostilla Antonio Sardinha que "La Casa de Avís transmitió a los Austrias españoles su herencia, tanto física como moral. Sello admirable de nuestra raza, en todo se manifiesta demostrándonos cómo coincide con esa época de periodo de expansión plena del genio portugués … Realmente, la Historia de Portugal, en el siglo XVI,
vibra llena de resonancias castellanas, a su vez la Historia de Castilla es un eco constante que repite con orgullo el nombre de Portugal".

Y es a esta luz del sentido cristiano de la historia { } que hay que interpretar la Restauración de 1640. Cualquier español católico y medianamente informado, debería estar de acuerdo y suscribir que los portugueses reclamasen su independencia cuando un Felipe III y una España completamente entregada a los designios del Conde Duque de Olivares -que no eran otros que los de la alta finanza internacional controlada por los de siempre, como denunciara y sufriera Don Francisco de Quevedo y Villegas- intentara manipular y extorsionar también a los portugueses.

Ojalá el resto de los españoles de entonces hubieran podido liberarse de semejante personaje que tanta desgracia atrajo a España. Del mismo modo que un católico inteligente debiera ser favorable a la independencia de los países hispanoamericanos en origen cuando estos lo único que querían era no desembarazarse de España, sino de Francia, que había invadido no sólo el territorio español sino su ser. Esto lo explican maravillosa y poéticamente los hispanoamericanos Ignacio Anzoátegui { } o Alfredo Sanz { } o el español Eulogio
Palacios, gran defensor de la Hispanidad { }.

Falsos amigos de Portugal y España

Es hora de que los portugueses reconozcan el sometimiento infame a Inglaterra y que valoren que la "vieja alianza", que podía ser posible y loable mientras Inglaterra permaneció católica, se trocó en un cuchillo de doble filo para Portugal. Sólo hay que ver la traición permanente de la
política exterior británica, que en los tiempos de Pombal llegaba a sentar al Embajador de su "Graciosa Majestad" (es difícil averiguar qué tiene de graciosa y de majestuosa la dinastía espúrea que reina en el Reino Unido) presidiendo los consejos de ministros de los portugueses. Sólo hay que ver la traición a Salazar, que queriendo preservar la antigua alianza con Inglaterra fue luego traicionado y Portugal fue obligada a abandonar los restos de su Imperio de una manera infame gracias a la "buena", y desde luego exitosa, concurrencia de la política exterior británica.

Es hora de que los españoles reconozcan el sometimiento infame a Francia y que entiendan que Francia no es sino un "enemigo admirable", como calificaba Ernesto Giménez Caballero {
} en su obra Genio de España al país galo. Que Francia, que tanto y tan loablemente ayudó a España y la conformó durante la Reconquista mediante el Císter y el Cluny y a través del Camino de Santiago, no es un aliado como antaño, sino un enemigo de España a día de hoy. Que ellos fueron los que ayudaban al turco y a punto
estuvieron de estropear la victoria de Lepanto. Que ellos fueron los que impusieron a España las ideas iluministas de la Ilustración con una dinastía como la de los Borbones que -salvo la honrosa rama carlista- nos afrancesaron, nos humillaron con Carlos IV y nos invadieron matando el 20 %
de la población española durante la Guerra de la Independencia contra las tropas napoleónicas (calamidad esta en la que también España y Portugal sufrieron juntas). Que por culpa de Francia España fue arrastrada y forzada a tropelías contra Portugal de las que como español me avergüenzo, que son los franceses los que siguen volcando los camiones españoles que cruzan
Francia con productos agrícolas y que ellos siguen apoyando a ETA y a Marruecos (peligrosísimo enemigo común histórico de España y Portugal, como ha demostrado el Profesor Carlos Ruiz Miguel, Catedrático de la Universidad de Santiago de Compostela, en su introducción a su libro sobre el antiguo Sáhara español { }) y que
hasta parece que el horrible atentado del 11M en Madrid sucedió a sabiendas de los servicios secretos franceses { }.

Cuando los españoles hagan el supremo esfuerzo de interesarse por Portugal, porque sólo se puede amar lo que se conoce, y los portugueses sean capaces de deshacerse de sus vendas y ver a España como lo que realmente es y fue (no como lo que le cuentan determinadas élites interesadas); cuando los portugueses vean en Inglaterra al enemigo secular, de igual manera que los españoles deben ver a Francia; cuando ambas naciones nos demos cuenta de que tenemos una unidad de destino común en lo suprahistórico -que es la de ser misioneros y guerreros de la Iglesia Católica-, y que este ideal católico ha sido traicionado por Francia y por Inglaterra de manera distinta, pero traicionado y boicoteado siempre, entonces a lo mejor portugueses y españoles nos daremos cuenta de que estamos condenados a entendernos. Primeramente porque Francia e Inglaterra saben muy bien que una Península Ibérica agrupada en torno a un proyecto común, a una unidad no nacional (pues ambas naciones ibéricas deben y tienen que permanecer
separadas), que sus hegemonías de medio pelo peligrarían; y en segundo lugar porque su proyecto de hacer de este mundo un lugar agnóstico, masón o luciférico (que a la postre es todo lo mismo) fracasaría antes de haberse intentado.

La permanente injerencia de Francia, que apoyó al turco en el pasado y ahora apoya al marroquí, en el norte de África no es sino una fuente permanente de conflicto y peligro para España y Portugal. Sardinha, que leyó y frecuentó profusamente a esa otra luminaria española llamada Juan Vázquez de Mella {
}, así lo atestiguaba: "Ocupada por Francia la más hermosa parte de Marruecos, si el imperialismo
francés viene a radicar y desenvolverse en la cabecera de África, una grave amenaza se constituiría allí para el futuro de toda la Península Ibérica, que, colocada entre la Francia de Europa y África, quedaría convertida en una simple tierra de paso. Con inspirada razón declaraba Vázquez de Mella en una reciente conferencia, en Burgos, que la guerra de Marruecos era para
los españoles una especie de guerra civil".

Lo obvio, aún a riesgo de repetirme, es lo siguiente: a España le ha ido mal (y a Portugal peor) cuando quiera que Francia ha dominado mucho a España. También añadiré que a Portugal le ha ido mal (y a España peor) cuando Inglaterra ha dominado mucho a Portugal. Lo que tenemos que
preguntarnos todos es a quién beneficia esta política del divide y vencerás que se aplica sobre la península ibérica. Dejo a mis inteligentes lectores la elaboración de esta respuesta.

Rafael Castela Santos »

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Não vou fazer qualquer tipo de comentário acerca deste artigo. Apenas vou dizer que este homem revela uma inteligencia fabulosa e capaz de pensar sobre o assunto e relacionar informações. Para além disso apresenta uma teoria perfeitamente viável, principalmente no contexto da União Europeia.

Se alguma vez tiverem curiosidade em olhar para um mapa que contenha as esferas de influência dos países europeus na primeira metade do século XIX, vão reparar que nada no continente Europeu mudou até hoje.

1 comentário:

Pabloski disse...

Gostei muito de ler este blog. Aprecio muito a opinião do Anthrax. Mas tenho que ser franco e admitir que encontrei algums erros. Primeiro deles, Salazar já estava morto e enterrado quando se deu a independencia das colónias. Em segundo lugar, não foi apenas a politica britanica que provocou o atraso de portugal, muito pelo contrário. Respeito muito a Espanha mas o atraso portugues deve-se á imposição da religião católica em terras portuguesas pela gigante maquina religiosa espanhola, frente ao protestantismo ingles. O mesmo aconteceu na Irlanda, e em muitos outros lugares, os exemplos são longe de ser escassos. Terceiro, a França invadiu Portugal com o acordo da Espanha, pois sem Inglaterra, nem a Espanha nem a França teriam nada a ganhar com Portugal sendo independente. Aliás, teria-se tornado parte do território francês em papel se não fosse a mão pesada da politica espanhola. Falando nisso continuam ócupando Olivença. Quarto, se a França tirou-se a pau da Espanha, foi também graças à ajuda dos ingleses. Se me lembro corretamente, foi uma armada luso-britanica conduzida por Wellington, que era também inglês. Mas que subita volta do clero isso foi. Quintamente e não meramente, é preciso ter ums óculos especiais para ver a França como enemiga. Salvo os dias de Napoleão que não foram muito prolongados, mas que nos trouxeram o parlamentarismo, a França foi mais uma vitima do nosso cego fervor católico ibérico. Sem contar a guerra dos 30 anos que foi de uma injustiça inutil em solo francês e não só. Areas completas da hoje alemanha reduzidas a cinzas, massacres na holanda e por ai vai. Não que seja por ou a favor de uma união ibérica. Mas que ninguem se faça de santo quando for no dia de assinar tal amizade, porque isso seria um muito mau começo. A Espanha é um grande pais. Mas os espanhois são gente instruida, e rica em cultura, porque sabem o que fizeram e o que não deviam ter feito. É por essa razão que respeito os espanhois, e tenho orgulho que sejam os nossos hermanos. Aliança politica vá, mas de católicismo já nos bastou 800 anos de falsa independencia.